TEXTOS

Fernando Poggio – La Impronta de la Expresividad Urgente, por María Carolina Baulo, 2020   


"Las personas que quieren hacer de este mundo un lugar peor no
se toman el día libre, ¿porqué debería hacerlo yo? Ilumina la
oscuridad", Bob Marley, Smile Jamaica Concert (1976).


Quizás una de las metas fundamentales de las vanguardias históricas del siglo XX, fue intentar vincular el arte con la praxis vital. En pleno auge del arte moderno, los “ismos” artísticos se multiplicaron buscando desarrollar cada uno de ellos una poética individual con pretensiones de universalidad, voces únicas con intensiones colectivas, utopías si las hay, al menos en lo que respecta a sostenerlas indefinidamente en el tiempo.
Uno de esos vínculos que nace con vistas a perdurar – y de hecho lo hace aun cuando cambiando y ajustando sus formatos – es el diálogo entre la pintura y el diseño. Diálogo que algunos artistas supieron explotar y dejar establecidas las bases para que en la contemporaneidad, sea ya una relación habilitada desde hace décadas en el campo de las artes. Pero habilitar no significa no cuestionar.

Diseñador y artista plástico, Fernando Poggio crea objetos de diseño y pinta obras apasionadas de pura materia, explosivas visualmente que impactan en la percepción del espectador por su tamaño y por la estridencia de los pigmentos, apelando casi exclusivamente a un lenguaje abstracto como estética creativa desde donde experimentar, desafiar sus propios límites y espacios comunes, repensar una realidad muchas veces agobiante y reinterpretarse, reconvertirse y reconocerse en cada impulso recibido sobre el soporte como el impacto de una a expresividad urgente. Sus obras son producto de técnicas mixtas trabajadas muchas veces con pigmentos elaborados por el propio artista, otras intervenidas con grabados con ácidos para dar acabados precisos o con fotografías, pero en líneas generales son la tela y el aluminio quienes sostienen imágenes vibrantes donde la simultaneidad, la repetición, la circularidad de la recurrencia implícita en el movimiento visual que proponen, acerca los trabajos de Fernando a cierto expresionismo abstracto en su gestualidad y en cierto efecto de “layers” donde los campos de color laten. Pero también hay un grado de introspección intenso que se revela en sentido lúdico; quizás se esconda allí un eco surrealista, acompañando una búsqueda conceptual vigente en toda la obra.

Orbitas (2018-19), Kosmos (2019-20), SN (2019), LM (2020), Magesia (2014), Vanadis (2014), MAI 68 (2018), Plagem (2018), Adoq (2018), Sommes (2018), son algunos de los títulos de las series del artista. Crípticos, contraídos, silenciosos en su aproximación a buscar en ellos cierta relación con los grafismos informales en las obras, invitan a penetrar con la mirada en el interior del cuadro sin detenerse demasiado en nombres que, casi con seguridad, no se van a revelar fácilmente. Pero la obra sí. La obra grita a colores y cuestiona esa realidad inmediata carente muchas veces de referente, de certezas, enfrentándola con un escenario hipnótico, una suerte de laberinto psicodélico propio del Pop Art. Las obras de Fernando Poggio rinden homenaje al espíritu revolucionario del hombre, reivindican el poder de la resistencia activa, confrontan el frío de las racionalizaciones que condicionan los destinos de la gente con el calor de los colores, con la fuerza de la imaginación que se propone subvertir los condicionamientos del entorno utilizando la fuerza demoledora del deseo que fluye a través del color y de la forma. Esa voz única, ese manifiesto propuesto oportunamente por cada vanguardia, se sabe hoy obsoleta. Porque las verdades y las voces son infinitas y todas ellas guardan su cuota de legitimidad, aun cuando muchas veces sean incomprensibles para todos. Pero el intento, la motivación por pensar en ese valor supremo común, eso es lo que cuenta, como si fuera un primer motor inmóvil que todo lo mueve. Solamente con pensar en su trabajo de 2018 donde hace reverencia a los ideales e idealistas que llevaron adelante el Mayo Francés –que dicho sea de paso, agitó, despertó y alimentó el derecho a sacudir los paradigmas impuestos desde un lugar pacífico y creativo- para comprender que la obra de Fernando resguarda, entre pinceladas, un entramado conceptual que nos interpela desde el deleite.

La multiplicidad que habilita la gráfica, la unicidad que demanda la pintura, esa aparente dicotomía es lo que nos atraviesa también en el acontecer de los sucesos simultáneos. Su serie más reciente, MLM (2020), es vertiginosa, contiene pinceladas agresivas, intempestivas y por momentos violentas. Allí se debate un tiempo actual, un tiempo congestionado de voces que no paran de ametrallar de información las mentes ya agitadas. Estas obras no hace más que responder a ese reverberar interno y manifestarse de manera contundente, espontánea, acentuando estados anímicos a veces alterados pero muchas otras buscando dar una pelea que finalmente sirva para algo más que confundir los pensamientos y alienar los discursos. La obra de Fernando nos acerca a aquellas búsquedas donde, cuando todo parece perdido, el arte intenta dar respuestas que nutran al alma y a la imaginación para volver a ponernos de pie, para no tomar días libres y no descansar en la insistencia por hacer de este mundo un lugar mejor. Su obra es su aporte para iluminar la oscuridad…

Lic. María Carolina Baulo, Junio 2020